Encender un fòsforo no deja de ser una tarea simple, ordinaria, algo que se hace d manera habitual; y casi imperceptible pasa ante nuestros ojos el hecho de tomar un fòsforo o cerilla, rasparlo en la superficie adecuada y zàs, el fuego se hace presente. Cabe aclarar que encender un hermoso palito fosforado no es lo mismo que hacerlo con un vulgar encendedor, no se asemeja ni se compara el deleite sonoro que produce. Es indistinto si son hechos d madera o d papel encerado, a estos ùltimos se los conoce mas bien como cerillas, pero normalmente decimos en general fòsforos. Me encantan y tengo varias cajitas guardadas sin usar, y de vez en cuando las abro y observo la intacta belleza atesorada. Y ya que podria pensarse que soy un piromanìaco o algo parecido, pues digo que la verdad es que no, que mi gusto es limitado al objeto, que es simple y bello, y sinceramente cuando enciendo alguno, aparte del placer del pequeño estruendo inigualable, tambien siento un leve sufrimiento por su vida ya culminada, y me quedan en la mesada siempre algunos cuantos fòsforos ya exànimes que no puedo tirar al instante de ser usados. Inicio del dìa, estallido fugaz e inconfundible, y el agua en el fuego para hacer unos mates. Ultimamente estoy usando los ranchera ediciòn limitada, que encienden d una manera precisa, perfecta y suave y tienen como distintivo que son de madera con la cabeza azul ( acuerdense que los famosos ranchera eran chiquitos con papel encerado blancuzco, cabezoncitos y azules, venìan en cajitas chicas y hasta se podìan prender en el cordòn de la vereda o alguna pared rùstica). Entonces se agrega a la deliciosa costumbre de encender todos los dìas un fòsforo, la satisfacciòn de que sean bonitos y que su lumbre tenga unos delicados tonos naranjazulados tirando al verde.